
Déjame seguirte contando querido lector mi historia, si es que aún estás ahí, después de las prolongadas semanas en las que por las actividades académicas que realizo en la cotidianidad, he debido guardar tan prolongado silencio, en la grata actividad de la escritura.
La experiencia que te vengo narrando en Madrid, sucedió años después del fallecimiento de mi padre.
Y me detengo ahora en su doloroso deceso, acaecido un 26 de septiembre como lo es hoy, pero del año 1988, con la finalidad que puedas comprender cómo pueden estar unidos cada uno de los acontecimientos ocurridos en el viaje de la vida hasta el punto de urdir lo que se denomina una trama o tejido semejante al que, con amorosa incondicionalidad se dedican las tejedoras, cuando de un encargo se trata.
Hacía mi quinto y último año de derecho, en la universidad Externado de Colombia en Bogotá y, todo transcurría dentro de la normalidad propia que era de esperarse, cuando la juventud es la encargada de guiar los pasos del ánimo.
El sábado 24 de septiembre en horas de la noche, fecha vinculada a la historia de Cali desde lo religioso, tuve una larga conversación telefónica con mi papá en la cual hablamos de lo divino y lo humano, disfrutando al máximo de ese tiempo de comunicación. Al día siguiente era un domingo sin plan y el lunes ya estaba decidido que no iría a la universidad y que me quedaría estudiando en el apartamento con una compañera de clase, para avanzar en una asignatura que requería un mayor esfuerzo.
El tiempo, inexorable en su paso, anunció a través del reloj la llegada del día lunes, unos cinco minutos antes de las 6h, es decir a las 5:55 de un día 26 (2+6=8) de 1988 (donde 9-1= también da 8). Todo esto se me cruzó por la mente en milésimas de segundo, pero no di importancia alguna a este juego de los números que presagiaban algo por fuera de lo ordinario.
Fue una llamada telefónica desde Cali, la que posibilitó este enlace de sucesos desde la noche del sábado 24 hasta el amanecer del lunes 26 y, con ella, la noticia que al ser recibida por mi corazón comprendió casi sin mayores explicaciones y que, sin embargo, mi cerebro se negó a aceptar por muchos años hasta cuando estaba viviendo en España.
Sí amable lector, aunque te sorprenda y te deje atónito con lo que te voy a describir. Ese Arco Iris del 2006 me reconectaba con el día 26, no sólo porque esta misma cifra está contenida en el año sino también porque pude leer en 1988, el año de la partida de mi padre está, el libro 1 de la biblia o sea el Génesis, en el capítulo 9, versículo 16 es decir 8+8 la siguiente frase:
… “cada vez que aparezca el arco iris entre las nubes, yo lo veré y me acordaré del pacto que establecí para siempre con todos los seres vivientes que hay sobre la tierra”.
Al fin una explicación de por qué lo sucedido sí había tenido sentido para mi corazón en su momento, pero sólo mi razón lo podría asimilar algunos lustros después, cuando las condiciones externas lo favorecieron.
Excelente, atenta a seguir el hilo…
Me gustaMe gusta