La partida de los seres queridos

El verbo partir, en su polisemia, causa un hondo pesar. No sólo porque evoca una despedida, sino principalmente porque deja en la percepción, la sensación de pérdida.

Adicional a lo anterior, no solemos asociar de entrada la expresión “partida” con un viaje, porque su pronunciación parece estar referida a lo fragmentado, quebrado o reducido a pedazos

Y, sin embargo, que otro término usar para el viaje del que marcha al reencuentro con su Ser y para los que nos quedamos sin el disfrute de su presencia.

El lenguaje contiene paradojas y, parte de su uso, conlleva la responsabilidad de reconocerlas y hacernos conscientes de sus implicaciones.

Pero, ¿es lo mismo una paradoja que una parábola?

Se atribuye a Epicuro, también conocido como de Samos, ser el fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo) y haber sido el primer exponente en analizar filosóficamente el denominado problema del mal, por donde la paradoja emerge.

Es decir, puede haber una contradicción más sobresaliente que: conciliar la existencia del mal y del sufrimiento humano en el mundo con el de dios (para su época en minúsculas porque éste, equivalía a una deidad, de un conjunto de ellas), pues no se refería al omnisciente, omnipotente y omnibenevolente que las religiones monoteístas enseñaron con posterioridad.

La existencia del mal y con él, del sufrimiento humano, al lado de la presencia de dios y su existencia conforma entonces la paradoja original o lo que se denomina la matriz de las contradicciones.

¿Por qué el mal aparece? Eso significaría que dios no es omnisciente.

¿Si el mal causa daño y dios no lo detiene? Tampoco sería omnipotente.

¿y si puede atacar el mal y no lo hace? Dónde está su omnibenevolencia.

La paradoja de Epicuro se analiza desde la perspectiva lógica que, usualmente, usa como punto de vista cognitivo la afirmación o la negación:

Si una deidad omnisciente, omnipresente y omnibenevolente existe, entonces el mal no existe.

Pero como la maldad en el mundo se verifica, por lo tanto, una deidad omnipotente, omnisciente y omnibenevolente no existe.

¿Cuál es pues el problema lógico que aquí aflora? darle validez lógica a la afirmación que «una deidad omnipotente, omnisciente y omnibenevolente» implica necesariamente la inexistencia del mal.

El maestro Jesús, por su parte, fue reconocido históricamente no sólo por no fundar ninguna escuela, sino por utilizar una figura de pensamiento distinta de la paradoja, denominada parábola, en la que la lógica cedía su importancia a lo breve, lo simbólico y a la enseñanza moral que se desprendía de ella.

En el hijo pródigo (Lucas 15:11-32) relata la historia de un padre que tiene dos hijos y uno de ellos decide partir de su casa, a buscar nuevos horizontes. Para ello pide la parte de su herencia y se va. Al cabo de los años regresa arrepentido, cuenta sus vivencias y vuelve para quedarse. Su hermano, se encoleriza con el padre por el recibimiento y la fiesta de bienvenida a su hermano y le reclama no haberlo valorado suficientemente.

En la próxima entrega nos ocuparemos del significado de su partida y de cómo lo aparentemente contradictorio de la paradoja queda superado en esta parábola.

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