
En la víspera de la llegada se sube en dirección hacia la unidad y se desciende en el sentido único de la polaridad.
Así las cosas, nos guía la esencia, la impecabilidad, sólo que el discurrir existencial aquí abajo, en el mundo material, se tiene que aplicar según el principio de lo binario o lo polar complementario.
Todo movimiento a la derecha, se debe de cohesionar con un movimiento a la izquierda.
El SER se mueve entre dos columnas. De un lado, la del mundo cotidiano con su aparente dualidad, en la que no hay absolutos y los eventos se presentan como relativos y, por el otro, la de lo real, lo trascendente, con sus innegables verdades y solo desde la coherencia vital. Por ello, hay que afrontar, discurrir, trabajar, meditar, elevarse, cuestionar… practicar hasta el cansancio y sólo atender a lo que el SER nos indique como camino auténtico. Necesitamos conocer la ruta, que está más allá del velo, de lo que no podemos percibir, de los símbolos.
El problema es: cómo interpretarlos sin negar que se forjaron en la noche subconsciente de los miedos, las ansiedades, los deseos y la identificación de lo personalísimo.
Sencillo: cada uno interpreta según su estado de conciencia, y en cierto modo, ese «estado de conciencia» es la prisión, así como el confinamiento evolutivo en el que cada uno se ha desenvuelto y pretende seguirlo haciendo como si de un mapa de carreteras se tratara.
Por ello el inicio del camino es de la mano de un Maestro, que no es alguien perfecto, o mucho menos sublime, sino un ser humano real, con más experiencia y trayecto hecho que nosotros, en el que podemos confiar y con quién sabemos que nunca va a operar la fe ciega; la obediencia absoluta propia de los subalternos en los ejércitos; la sumisión al poder jerárquico de una autoridad infundada o el hecho de delegar nuestra responsabilidad existencial en él.
El Maestro orienta y sugiere, desde lo que debe ser contrastado, es decir con lo que nosotros sentimos e interpretamos, nada distinto que el estado de conciencia individual, por nosotros elaborado.
Entonces
¿A dónde nos lleva está entrega ? A alcanzar la maestría. Esto es lo que implica para quien se deja guiar en ciertas etapas y su logro será la posibilidad evolutiva de salir por sí mismo de la prisión o caverna mental en la que se hallaba también por propia voluntad.
Por esta razón el maestro terrenal es limitado, pues no es él quien arriesga, o se lanza al vacío, pero si es a quien se le puede preguntar sobre el paracaídas en este riesgo… Cuidado:
Y qué se requiere para este discipulado? Disciplina, observar la orientación del Maestro, mirar su interior, ser sincero para no autoengañarse por causa de los apegos y miedos aceptados o escogidos para entender y, al final de su aprendizaje, entrar en la esfinge sagrada, dónde desde las garras del León, el VALOR DE ATREVERSE Y LA OSADÍA te llevarán a vencer cada creencia, inseguridad, comodidad y anclaje creados.
El valor sin la prudencia y sin el sentido común, no es algo heroico, es solo estupidez. La guía magistral está llamada a protegerte, sí actúas con honestidad y decisión.
Cruza el puente hacia tu Libertad, desde la humildad de aceptar que tú no eres único, que no estás sólo y que la Divina Creación te quiere de regreso en casa con su guía, aprendiendo a diferenciar tus voces subconscientes, de las voces con Autoridad.